Queridos carlistas:
Os habéis reunido una vez más en esta
tierra navarra tan querida por todos nosotros. Agradezco sinceramente
vuestra presencia y quiero transmitiros un mensaje, que deseo que
comuniquéis a todos los españoles.
El panorama mundial, como sabéis, no es
halagador. La guerra sigue presente en un mundo en crisis, en crisis
moral, económica y política, sin olvidar tampoco la grave crisis
ecológica que amenaza al conjunto del planeta,
Mientras, los Pueblos de las Españas,
angustiados, tienen cada vez menos fe en sí mismos. Es como si su propia
Historia se les escapara de las manos.
Frente a esta situación, el Carlismo, que
hunde sus raíces en la Historia, tiene un proyecto que responde
plenamente al presente, y, por tanto, al futuro.
En España tenemos graves problemas y
sabéis que me he comprometido, como hizo mi Padre Carlos Hugo, para
intentar contribuir a su resolución. Por eso quiero aprovechar esta
ocasión para recuperar un texto suyo, porque su vigencia es
completamente actual. Quiero insistir en conceptos que el Carlismo desde
hace 185 años ha venido representando y adecuando a los tiempos. En
ideas que tenemos que compartir urgentemente con todos nuestros
compatriotas, porque el error de recaer en la mentalidad centralizadora
es levantar muros que impedirán alcanzar la visión carlista de las
Españas.
Este texto de mi Padre, de hace doce
años, expresa una orientación posible y necesaria para la política
española, recogiendo el sentimiento de muchos ciudadanos, no solamente
de los carlistas:
“Los derechos del poder político.
El Estado no es la fuente jurídica
del poder, tan solo el instrumento ejecutivo de la voluntad popular. Por
lo tanto, la fuente del poder jurídico es el pueblo.
El pueblo es quien confiere a su
propio gobierno la facultad de decidir actos de gobierno, normatizar sus
organizaciones, concretar sus objetivos, etc… y no lo contrario, el
monopolio del Estado.
El gobierno no puede ni debería
pretender ser quien concede la libertad o libertades al pueblo. Al
contrario, debe reconocer que su función es la de respetar y defender
los derechos del pueblo, la libertad que el pueblo tiene por sí mismo.
El gobierno no es competente para
conceder a los partidos políticos o a las comunidades históricas
territoriales el derecho a su existencia. Estos derechos son anteriores
al Estado y es preciso que sean defendidos por los gobiernos igual que
las otras concreciones de derechos humanos y las asociaciones creadas
por la promoción de la libertad, la justicia y el desarrollo de la
persona.
Los derechos históricos.
Aquí radica uno de los núcleos de la
cuestión. La mención de los derechos históricos de una comunidad
territorial es una blasfemia para todos aquellos que comparten una
visión unitarista del Estado.
Esta posición unitarista sería
análoga a la que considerará que españoles, franceses o alemanes,
existen como tales porque el gobierno europeo les otorga el derecho de
disfrutar de estas nacionalidades.
El autogobierno de las comunidades
territoriales, en sus diferentes formas; Autonomías, Federalismo,
Confederalismo, ¿significa la fragmentación del estado?
Partidos políticos opuestos, ¿unen o dividen un país?
Sindicatos obreros y federaciones empresariales, ¿unen o dividen un país?
Análogamente, entes o realidades históricas, ¿unen o dividen un país?
Todas las realidades expuestas
cohesionan un país. Sencillamente porque ayudan a resolver conflictos
normales en una sociedad, mediante el recurso al diálogo, no por la
fuerza.
Países con progreso y estabilidad:
USA, Alemania, Suiza, Austria…, utilizan los recursos o canales
señalados para resolver los conflictos ideológicos, las confrontaciones
económicas y sociales y los problemas o diferencias de criterio que
puedan surgir de las diversidades históricas y territoriales de la
manera más satisfactoria posible.
Nadie en USA, Alemania, Suiza o
Austria creerá nunca que la federación de entidades territoriales e
históricas pueda conducir a una futura explosión.
Más bien piensan que este sistema es
un excelente instrumento de reconocimiento mutuo de diversidades, de
concordia y de solidaridad.
Podríamos concluir con la siguiente
consideración: El autogobierno de las comunidades territoriales, puede
significar más democracia, más participación del ciudadano, más
responsabilidad del pueblo y en consecuencia una generación de
comunidades más responsables, capaces de construir una sociedad de
pueblos y no tan solo un gobierno para un pueblo solo.
Por el contrario, el hecho de negar
la existencia de estas realidades históricas, políticas y sociales, no
permitiendo que afloren y se desarrollen, nos llevará al intento de
división del país, al no verse reflejado en el gobierno del mismo, sus
anhelos, inquietudes y diversidades de toda índole.
El problema no es tan complicado como
algunos pretenden. No es tan difícil conseguir un consenso de
responsabilidad a diferentes niveles; esta responsabilidad generará decisiones comunes, que no serán nunca la concesión de un Estado-Nación.
Por supuesto que evidentemente habrá Estados y Naciones, pero no serán ya nunca más confundidos como conceptos sinónimos.”
Hasta aquí, mi Padre.
Quiero añadir que en nuestra época han
sido planteadas nuevas reivindicaciones populares de Justicia y Libertad
que el Carlismo recoge y defiende de acuerdo con sus propias raíces
cristianas y sociales.
Frente a la sociedad actual, que pisotea
cada vez más los derechos de las personas y de los pueblos, hay que
despertar nuevamente la conciencia colectiva.
Todos los carlistas tenemos que
esforzarnos en la lucha por construir una sociedad muy diferente.
Tenemos por delante una gran tarea. Confío en vosotros para afrontarla.
Por mi parte, os garantizo que tengo el
máximo interés en que a partir del año que viene nuestra Dinastía esté
presente físicamente en los actos de Montejurra, ya sea yo mismo,
acompañado de mi esposa Ana María y de mi hijo Carlos Enrique, o mi
hermano Jaime.
Para todos, un fuerte abrazo.
Europa, Mayo 2018
CARLOS JAVIER
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